La primera mitad de esta película es buena. La historia transcurre en Alemania. La esposa, que oculta su enfermedad, un cáncer terminal, persuade a su marido para que visite a sus hijos en Berlín, pero ellos no quieren atenderlos. Sin embargo, en la segunda mitad, tras la muerte de la mujer, el esposo viaja a Japón, el país que más le gustaba a ella y donde vive su hijo menor. Las escenas en Japón se presentan según los estereotipos que muchos extranjeros tienen sobre este país: calles estrechas, la industria pornográfica, la sakura, el monte Fuji y la danza tradicional, entre otros. Personalmente, no me agradan las imaginaciones de los europeos sobre los países asiáticos, latinoamericanos y africanos, y esta película se basa precisamente en estas.